¡Feliz amanecer, don Roberto!
Soy Olga Díaz Díaz. Soy venezolana. Me vine a Bogotá el 24 de octubre de 2018. El destierro me ha golpeado el alma, pero me ha permitido conocer gente maravillosa a la que agradezco su amistad. Actualmente, estoy en Soacha, en un lugar acogedor, donde el silencio es perfecto para pensar, leer, escribir…
Doy gracias a Colombia por secar mis lágrimas.
Le escribo a instancias de la compañera Andrea Camargo, con la idea de enviarle algunos de mis trabajos (poesía y prosa). Espero sean de su agrado.
Por: Olga Díaz Díaz
Frente a una taza de café
me planto
y reclamo con fuerza
mis derechos
vociferando mi pasión
por la vida
en Libertad.
Frente a una taza de café
me siembro
para recoger
mi propia cosecha
sobre abonada tierra de exilada
que vio morir
pobre y traicionado,
a Bolívar.
Frente a una taza de café
contemplo
mis cabellos
donde el tiempo
inexorable
ha pintado canas
diciéndome
en voz baja
que se acerca
el final.
Frente a una taza de café
leo historias
que ya pocos recuerdan
y hago poesías
para lanzar al viento
irreverentes cometas
que aprendieron
a valorar el vuelo.
Frente a una taza de café
comparto
sueños,
aventuras,
espumas
que adornan
el mar de San Andrés,
mientras escucho
y se me hace ya costumbre
la respetuosa frase
«su merced».
Frente a una taza de café
yo lleno
mi alma solitaria
que desea volver
a mi casa de nuevo
con su árbol de níspero
y aquel destapador de Polar
incrustado en su tronco
como una medalla
a la hermandad.
Frente a una taza de café
hoy estoy triste
no tengo mi guitarra que vendí
para poder huir;
tampoco tengo cerca
a mi hermana Maryolga,
ni a mi amiga Alicia,
que el 18 murió.
Frente a una taza de café
me muero
en territorio ajeno
que el cariño
hace mío
y sobrevivo
siempre en modo subversión,
fusil cargado
listo para dispararle
a la opresión.
Frente a una taza del Café Literario
lloro intensamente
y digo gracias
profe Dennix
por devolverle la vida
a una mujer que estaba muerta.