La vida nos enseña que de la enfermedad, la vejez y la muerte no se escapa ningún ser vivo y que debemos aceptar estas tres realidades de forma natural.
La vejez ojalá y nos llegué a todos para tener esa experiencia de una larga vida, llena de alegrías, sufrimientos, retos, amores, amigos, familia, creencias, estudios, trabajo, en fin, todo aquello que nos ayude a crecer, como seres humanos.
Pero no olvidemos que la enfermedad nos acompaña siempre, desde un simple resfriado hasta los más complicados diagnósticos jamás vistos. Es ella, la que nos recuerda que somos mortales y que, en cualquier momento, podemos ser ‘llamados’. Si bien es cierto que la enfermedad, la vejez y la muerte nos acompañan, no es menos cierto que la hermosa existencia que tenemos la debemos vivir con dignidad –dignidad que no conoce términos medios–. ¡Es o no es!
Un recorrido por las mediocres EPS
Los invitamos a hacer un recorrido por las salas de urgencias de los hospitales o clínicas de las EPS y conozcamos –en vivo y en directo– el infierno, y que seamos testigos del espantoso sufrimiento de los ‘asegurados’, parecido al que deben tener los soldados en la batalla, pero con la desgracia de que no están muriendo por la patria, sino que mueren debido al desinterés, desgano y mediocridad de un sistema que no funciona y por el que, para rematar, se paga mensualmente.
Algunas cosas en la vida duelen hasta la médula y ésta es una de ellas. ¿Ustedes creen que es digno que una persona que toda la vida ha pagado su seguridad social sea tratada como un mendigo cuando esté enfermo? (ojo: los mendigos tampoco merecen ser maltratados). No importa la edad que tenga, ni de cuánto han sido sus cuotas ni su condición socioeconómica, la historia es la misma.
¿Es digno que el hospital o la clínica parezcan en plena guerra, con soldados heridos (muchos de gravedad) en los pasillos, esperando que por la gracia de Dios alguien se muera o le den de alta y pueda ocupar la tan apetecida cama? Es gente que vive en nuestro país, trabajadora, buenos o malos, felices o infelices, ¿qué vamos a saber?
Son, simplemente, seres humanos que han pagado su seguridad social toda la vida y tienen que esperar un día o dos o más en una silla –si es que encuentran una– a modo de cama.
Alguien nos puede explicar ¿qué significa ‘humanizar la salud’? Si significa cumplir con nuestro deber, como seres humanos, estamos muy lejos de ese sueño, porque la bondad, el cariño, el profesionalismo, el deseo de servir a los demás, la mano amiga que consuela en mitad del dolor de la enfermedad, no la vemos. Vemos a muchas personas extenuadas, sin ganas de atender a nadie, con frialdad ante el dolor ajeno, muy lejos de la ‘humanización’.
¿Es digno que un asegurado que llega a una EPS, sintiendo que se muere, tenga que esperar más de seis horas para que lo atiendan? La excusa de los mediocres de siempre: “Usted no es el único paciente”. Sería más honesto, desde un inicio, preguntar: “Señor, ¿usted cree que puede ir a gastar unos cuantos miles en una clínica privada?, porque la verdad nosotros no somos capaces de atenderle como se merece”. Decir esto sería más honesto.
También es importante que nosotros respetemos
Por otro lado, ¿es digno que una persona, porque está enferma o tenga muchos años, pueda gritar groserías en una sala? Es cierto que ‘los pelos en la lengua’ se pierden con los años, pero eso no nos da derecho. Un poco de comprensión y respeto hacia los otros enfermos, sus acompañantes y el personal que labora en el hospital es imprescindible, y la cortesía es una herramienta valiosa que ayuda a que todo marche mejor, a pesar del dantesco escenario.
La medicina es un sacerdocio. Cuando una persona es atendida por un profesional de la salud, con cariño, su sola presencia alivia los males del enfermo y su familia; tiene ese don de generar confianza, respeto y admiración casi de inmediato. Y uno no recuerda el precio del tratamiento, recuerda y agradece que está vivo, gracias a esos profesionales e incluso si se muere los familiares dicen: “En fin… pero en sus últimos días fue tan bien atendido que no sé cómo agradecerles”.
Copiemos lo que sirve de otros países
¿Por qué no estudiamos cómo son los sistemas de salud en los países de primer mundo y tratamos de hacer una adaptación en nuestro medio? Ya sé…, dirán que no somos belgas ni suizos. Eso es cierto, pero ¿por qué no intentamos copiar las cosas buenas de los demás países?
Colombia es un país de gente inteligente, hermosa, trabajadora, divertida, cuyos ciudadanos aprenden, aceptan retos y le demuestran a sus gobernantes que si no se portan bien, entonces, en las próximas elecciones –por castigo– su partido no se reelegirá, aunque tengan el mejor de los candidatos.
Amamos a nuestro país, con sus aciertos, desaciertos y a pesar de sus gobernantes… ¡lo amamos!; pero pensamos que es tiempo de que seamos tratados dignamente, que busquemos a los más capaces. Si no están aquí, traigámoslos, pero arreglemos el Sistema de Seguridad Social. Es una necesidad muy grande e inmediata.
¡Podemos hacerlo, sólo tenemos que querer hacerlo!